THE CATALOGUE.Un proyecto de Anastasia Nysten y Clara Carvajal.
¿Hasta dónde puede llegar la soledad del artista?
TM, Sept. 2020
El mundo globalizado en que vivimos está obligando a una experimentación de sus opuestos; de la globalización a la soledad personal. Para el artista esto significa quedar recluido en la intimidad con su obra. El artista no solo ha perdido, como tanta gente, aquella mitad de su rostro que era una parte fundamental de su comunicación, sino que ha perdido también el acceso a su público. Y aunque aún confía en su existencia con la fe que le da siglos de historia, ya ni ve, ni toca ni siente la energía que le aportaba su calor cercano. Con su público, el artista también ha perdido su mercado, aquél que le permitía transformar creatividad en profesión. Y ahora, como prueba final de resistencia, algunos artistas en Beirut, también han perdido su estudio. La pregunta que resulta de todo ello es; ¿hasta donde, puede entonces llegar la soledad del artista sin que este desfallezca?
Este catálogo es una propuesta valiente para levantar de nuevo el mundo que se había venido abajo. Reconstruir la casa derribada comenzando por el tejado. Las casas más asentadas, robustas y bien construidas, deben iniciarse, dicen, comenzando por la base. Su construcción ha de hacerse de abajo arriba, creando una potente estructura capaz de soportar el tiempo y los golpes de la naturaleza. Y, sin embargo, qué poco han durado esas construcciones tan robustas cuando lo que ha golpeado no solo era viento, fuego, agua, o temblor de tierra. Cuando la plaga que nos ha alcanzado era una sutil inmanencia que, sin nombre, acechaba en una curva del tiempo a que el hombre proyectase una sombra excesiva de su paso por la historia. En qué poco tiempo hemos sentido cómo la muralla más alta edificada no servía para dejarnos dormir tranquilos por la noche y cómo el mundo globalizado quedaba proscrito y crecían distancias insalvables entre lugares y entre personas, con la impensable rapidez de lo imprevisto. Distancias que han empujado a los artistas a su total soledad junto a su obra.
Por eso, comenzar la reconstrucción por el tejado es una forma de asegurarse que lo más elevado no se apoye en arenas movedizas sino que fluya vislumbrando el horizonte y poniéndolo al alcance de la mano. Un catálogo era hasta hace poco, antes de todo lo ocurrido, el nexo final del artista con su público. Final porque venía después de todo lo demás. El contacto físico directo, la exposición, la emocionante sensación de la presencia física. El catálogo era la imagen que el público se llevaba tras una visita, larga o apresurada, a una exposición. El recuerdo que le permitía luego revivir el recuerdo de las imágenes que había tenido delante.
Este, en cambio, es un catálogo no de final sino de partida. Un inicio que comparte la misma ingravidez que la casa iniciada por el tejado y que opera a modo de pasaporte frente a nuevos males que puedan asaltarnos. Recuerdo y memoria de las exposiciones que no han sido, en que no se ha dado esa presencia física. Las exposiciones clausuradas o prohibidas, las que no han llegado a nacer en estos tiempos fuera del tiempo, pero que no tiene por qué renunciar a todos sus derechos. A poseer también su catálogo. Ese que podría haber sido y que viene a romper la soledad del artista y de su obra.